Inerte, cayendo, un alma ha abandonado éste cuerpo.
En el suelo, inmóvil, impávido, se ciñe su silueta.
Un manto de fría oscuridad le rodea;
Una pálida luz distante le abriga débilmente.
Cuatro muros, sin entrada ni salida; su único refugio.
El cruel susurro de la conciencia; Su único amigo
Un cuerpo sin vida pero aún viviente,
Sin alma, pero de un corazón poseyente.
Un ser sin amor, pero que aún siente el dolor.
Solitario, indiferente; el susurro del viento.
Un cuerpo sin vida aferrándose a no morir;
Un alma fugitiva reusándose a seguir.